jueves, 17 de junio de 2010

Katja nació tormenta.

Katja nació tormenta. Nadie sabe por qué, simplemente nació así. Al principio sólo era una nube y algún que otro viento suave. Pero con el tiempo empezó a manifestarse de otras maneras. Tuvo la risa del trueno y la mirada del relámpago. Pero a la gente no le gustan las tormentas, entonces Katja se refrena. Apenas sonríe. A veces se descuida y el viento empieza a soplar con fuerza. Baja la temperatura. Llovizna. Enseguida alguien la reprende y Katja se concentra en no sentir nada, en enfriarse por dentro hasta casi detener el latido de su corazón. Todo vuelve a la normalidad. Katja está triste. No la dejan ser. Le temen sin razón. Camina seguida de un pequeño nubarrón, y por eso sólo la saludan de lejos. Cuando no aguanta más, corre hasta la zona montañosa. Y ahí sí, desata todo su ánimo. Llueven gotas espesas de agua dulce y refrescan su frente y la tierra bajo sus pies descalzos. El viento le suelta el pelo y barre todas las hojas secas. Los animales salen a verla con emoción. Las flores inclinan sus hojas a la frescura de Katja. Las ramas entonan su mágica melodía. Katja sonríe. Luego de un momento se sienta en el suelo y observa el paisaje. Todo luce más reluciente que en un principio, fresco y rejuvenecido. Las montañas le agradecen cordialmente. Katja es feliz. Se levanta y se encamina hacia un sendero entre los árboles y, mientras canta, sueña con el día en que conocerá a un huracán.

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Gente que le pintó acotar